Disciplina China

domingo, 1 de enero de 2017

BILL EVANS EN SADO PIANO

Face to Face
BILL EVANS EN SADO PIANO

El romanticismo del pianista Bill Evans hubiese sido imposible sin el impresionismo de Maurice Ravel y Claude Debussy ya que pasó de ser un músico clásico experto –en Liszt, Chopin, Rachmaninov, Schumann, Ravel, Debussy-, para interpretar jazz creando su propio estilo.

Bill está lleno de romanticismo y de pasión en su mano derecha claramente influenciada en Ravel y Debussy y la escritura de su mano izquierda – si bien no se ha especificado nada aún a este respecto-, es un gran recuerdo a Johannes Brahms. En esta forma, a veces, una octava al teclado un tono más bajo para crear una atmósfera sutil en esa manera de armonizar con su estilo y su técnica.

Si tocamos al piano la progresión II, V, I, por ejemplo sus notas están generalmente en la nota “la” donde se encuentra su registro central en el piano. Bill parte de esta nota y este registro. Su mano derecha tiene muchas variaciones que deja de menos en el medio teclado ya que en el registro de la mano derecha él obtiene más intensidad y sus líneas melódicas tienen, aquí, ventaja sobre las extensiones de los acordes conjuntando esta atmósfera con la mano izquierda donde escribía, tocaba, con ritmos más bajos creando, así, melodías más ricas.

Bill luchó por tener sus señas de identidad entre esa pasión fría, un sonido y un tiempo únicos e intransferibles. Tenía un sentido de la canción y la melodía, un sonido de bopper y un ritmo de swing  y tendía a reunir y a fusionar esos dos elementos, a priori, tan dispares. Con todo ello conseguía tener un sentimiento que le hacía tocar el cielo con las manos al teclado llegando a un universo en el cual sólo él podía existir y que transformaba en estado de éxtasis con una magia que le convirtió el último romántico del jazz. Pasó a ser unos de los pianistas contemporáneos más influyentes del jazz junto a Thelonious Monk descrito, aquí, por Julio Cortázar.

Dominaba sus problemas personales y familiares para que no le afectaran a su capacidad musical. Era Amo del teclado en estado puro y dictatorial de un pianista que no anunciaba sus temas a una audiencia sumisa a la cual imponía, a la vez, un repertorio sin determinar.

Bill Evans Trio - But Beautiful (Denmark 1975)                                            
Bill Evans – Piano                                                                                 
Eddie Gomez  Contrabajo                                                                       
Eliot Zigmund – Batería

Su música sirve para escuchar una nota suspendida en el aire que es el armónico de esa nota que se pierde en ese silencio hasta desvanecerse. Algo parecido le sucede a la sumisa cuando su Amo la toca y en esa misma piel le hace sumergirse hasta perderse en ese ambiente que no es otro que la sesión de Dominación/sumisión entre Amo y sumisa. La entrega de la sumisa es lo que la hace sentir y para sentir hay que tocar. Lo que necesita la sesión es tocar piel con piel para nacer esos sentidos que parten hacia sentimientos entre dos seres cómplices que emergen de ese oscuro secreto y convergen en el mismo fin mezcla de deseo, pasión y dominación.

Vendar los ojos facilita el paso hacia ese camino ya que se anula el sentido de la vista pero se enriquecen los demás sentidos, añadido el sexo, donde la doma de la sumisa pasa a ser la forma de su educación en esa entrega de fe ciega, con los ojos vendados, sintiéndose atada por las cuerdas que rodean su cuerpo sintiendo ese placer que la oprime y la sujeta que a la sumisa la hace estar húmeda y mojada perra del deseo que chorrea por su sexo.

Su corazón agitado y su piel sudorosa por donde resbala la cera ardiente que se detiene en sus pechos y en su sexo de fuego y donde esa pasión quiere que su Amo la azote en todo su cuerpo: sus pechos, piernas y trasero. Azotada por esa mano de su Amo que la mima y que después por una casualidad –o un acierto que no acabo de entender y que la entrega precisa -, se convierte en la fusta corta donde con azotes se localizan las marcas del deseo en el cuerpo de la sumisa. Aquí el sado ha pasado a ser entrega.

El camino de la entrega de la sumisa no debe o no debería suponer dolor pues el dolor se relaja con aromaterapia -conociendo las posibles alergias de la sumisa-, controlando la respiración – con el diafragma-, y con música. En este aspecto nos puede ayudar esta música de Bill Evans. De esta forma el dolor es una sensación de molestia o ligera molestia donde la intensidad viene controlada por los gestos de placer o de dolor en el cuerpo de la sumisa, y que su Amo conoce, lo cual hace seguir esa entrega o, en ese mismo momento, decidir proseguir ese mágico momento en otra ocasión para así no romper el hechizo mágico entre Amo y sumisa.

La nota aguda en todo este fraseo se coloca en su punto exacto con la incisión de la aguja fina subcutánea -no intramuscular-, que aquí se armoniza en dolor para conseguir y llegar a ese placer requerido por la sumisa y que ella controla, sintiéndose sumisa perra. Si bien es verdad que hay que ser muy buen Amo y saber qué tecla tocar para sacarle a la sumisa la zorra puta que lleva escondida dentro obteniendo esta sesión calificación de sado extremo.

Esto es sado procedente de Bill Evans donde su romanticismo y su impresionismo es un legado en poesía, música, pintura y escultura proyectadas en el cuerpo de la sumisa a través del BDSM, cuyo arte trato de transmitir en Disciplina China y que para mí es un universo en forma de mil mundos.


Mario Rey: Un Rey, mil mundos.

The impossible photo


Bill Evans. Óleo sobre lienzo. 30 x 40.

BILL EVANS / NEW CONVERSATIONS
BILL EVANS / NEW CONVERSATIONS