El Bondage es la primera disciplina que puede iniciar, o
no, a la mujer sumisa en BDSM y es en ese principio lo que forma al Amo es
la cuerda porque de ella partirán, o no, muchos sentidos que después serán
sentimientos en la sumisa.
El Bondage de cuerdas en japonés se llama Shibari que
significa restricción, si bien es verdad que se desarrolló como un arte que no
se relaciona con el Bondage donde el interés se centra en cómo se colocan las
ataduras para crear una conexión entre el Maestro atador en cuerda, Nawashi, y
la sumisa que es sometida en ese camino de intimidad como resultado final
descrito como Inicio.
En la parte central del video observamos el Shibari de
los pechos, perlas en japonés, llamado Shinju utilizando una madera redonda,
asemejada a un riel de cortina, que atraviesa la espalda de forma horizontal lo
que se llama hashira ushirodaki; literalmente, atada a una madera o poste ya
que los japoneses no practican con cruces.
Este mismo Shibari termina en una suspensión del cuerpo
llamado Kotori, pajarito en japonés, que es un fetiche sexual y es una
expresión artística llamado Kinbaku que significa estar apretado, donde se crea
belleza al suspender y practicar el cuerpo de la sumisa por medio de cuerdas.
Cuando el Kinbaku se utiliza, dirige o practica
como castigo o tortura se llama Semenawa y Matanawa.
Los Maestros atadores en esta disciplina se llaman
Kinbakushi donde su capacidad de práctica se convierte en arte y a diferencia
fundamental con el Shibari, y sus Maestros Nawashis, radica que el Kinbaku es
un arte cuyo conocimiento va más allá de las técnicas que se pueden aprender
por medio de prácticas y donde este arte se conoce poniendo el espíritu en la
práctica.
Finaliza el video una suspensión doble paralela que, como
la anterior, no supone gran dificultad si se conoce la ejecución, donde en cualquier
caso se pueden combinar estos Shibaris con otras disciplinas de BDSM como el
Spanking, técnica de cera o prácticas de pinzas para hacer las sesiones amenas
y divertidas contando tanto con el poder de improvisación del Amo como el poder
de imaginación de su mente.
El kinbaku del Shibari está unido sólo por la cuerda
excepto si hablamos del duelo y los celos enfrentados entre la divinidad y la
mediocridad, la inspiración y la norma, la creación libre en pos de la belleza
y la obra vacía sin sentido, por esto la diferencia del Kinbakushi y el Nawashi
es el vacío que existe entre oriente y occidente como lo siento yo.
La música que acompaña a este video es el Lacrimosa que corresponde al Requiem de
Mozart con el número 626 del catálogo Köchel, escrito en latín en la tonalidad
de re menor para la misa de difuntos con la idea de la muerte. Tonalidad que
coincide con el tono de mi voz.
El compositor temía de la muerte según resulta su
abultada correspondencia. En realidad vivía dividido entre una aceptación
serena del más allá –gracias a sus sólidos convencimientos
masónicos-iluministas-, y un gran terror irracional ante la posibilidad de ser
condenado al vacío. Este doble estado de ánimo, bipolar de genios, se encuentra
en su música.
En aquellos días Mozart postrado en cama, como
consecuencia de la fatiga de su trabajo, aparentemente dijo esto: “Sé que tengo
que morir alguien me ha dado acqua toffana y ha calculado el momento preciso de
mi muerte para lo que me han encargado un Requiem. Lo estoy escribiendo para mí
mismo”. Mozart confiesa a su mujer, Constanze, que sufre a menudo ataques de
ansiedad y piensa en la muerte como idea ya que cree que lo están envenenando.
El rumor de que fue envenenado fue muy temprano, se
extendió rápidamente y al poco de morir Mozart, la nochevieja de ese año 1791,
un periódico de Berlín decía:”Como el cuerpo se hinchó tras la muerte incluso
hubo quién pensó que lo habían envenenado”. La hinchazón del cadáver parece
abonar la hipótesis del veneno.
Mozart dejó inconcluso el Requiem, antes de entrar en
coma, en el compás número ocho del Lacrimosa.
La melodía entrecortada de los violines, como los últimos suspiros de la agonía,
nos sumerge de lleno en el ambiente más trágico de la obra y las lágrimas se
describen con suspiros para expresar el dolor y el lamento. Además Mozart le
quita el bajo continuo del principio para crear en la obra un aire más sutil o
femenino.
Hay controversias, según los expertos, sobre las
indicaciones precisas que Mozart dejó en el lecho de muerte y en los intentos
posteriores por completar tan magnífica obra y, a excepción de algún trozo o
pasaje escrito por Mozart en apuntes o pequeños trozos de papel sobre su mesa
de trabajo, no hay prácticamente ahí ningún sonido de Mozart, aparte que los
recuerdos e indicaciones verbales finales no tenemos constancia y faltan
autógrafos de las partes concluidas posteriores.
Es por tanto y todo esto que lo último que salió de la
pluma del genio salzburgués fue esta música escrita: Lacrimosa dies illa día de lágrimas
aquel qua resurget et favilla que se levantará de las cenizas judicandus homo reus para juzgar al
hombre culpable.
Mario Rey: Músico y poeta en Sado.