Disciplina China

viernes, 19 de febrero de 2010

MI CASACA CHINA

mi casaca china MI CASACA CHINA

Hace años cuando me sumergí en la cultura china como filosofía me confeccioné una casaca a mi gusto y semejanza pero sin los colores tan vistosos y llamativos que tanto gustan a los chinos, por eso elegí una tela más discreta según mi personalidad pero sin renunciar a la calidad de un brocado de seda de damasco, según una reproducción del S.XVIII. Luego averigüé que estas prendas carecían de lo que aquí, en occidente, llamamos botones exceptuando cuando pertenecían a alguien de la corte así distinguiéndose de los demás por su clase y estilo.

El último emperador chino perteneció a la dinastía Qing pero sólo reinó hasta los seis años de edad porque la monarquía china se abolió en el año 1912 con el establecimiento de la República China. No obstante, Su Majestad el Emperador retuvo su título imperial y sus privilegios en la Ciudad Prohibida hasta el año 1924 cuando la República China lo expulsó de la corte.

La Ciudad Prohibida es el centro de Pekín y su nombre original procede de su coincidencia astral con la Estrella Polar. Su extensión era y es comparable a un municipio donde sus cientos de edificios albergaban al personal de la corte, funcionarios, seguridad y, entre otros, a más de 1200 esclavos que sometidos con una incisión en el escroto les extirpaban los testículos convirtiéndolos así en eunucos castrados y diezmados, esto es, azotados uno de cada diez. Los soldados verdugos en imponer el castigo eran amenazados por los oficiales con recibir los mismos latigazos si no eran contundentes con la disciplina. Un cuenco con doce piedras se iba vaciando a medida que cada vez restallaba el látigo en la espalda del reo.

Existía una zona de protección privada donde Su Majestad tenía hordas de más de 300 concubinas que tenían que estar dispuestas a complacer con sumisión al monarca. Al igual que a un Amo, llamar por su nombre de pila a un Emperador, tocarlo o dirigirse a él levantando la mirada era algo totalmente inaceptable así como considerado como una falta de respeto. Desde pequeñas a las concubinas se les imponía el vendaje de los pies para que así no crecieran siendo esto una prueba de belleza llamándolos “lotos de oro” y también un fetiche erótico para los chinos y más tarde esa misma adoración ofrecérsela al monarca lavándole los pies con cuidado y delicadeza para adorarlos, besándolos y lamiéndolos como preludio a las fantasías sexuales o gustos de Su Majestad.

La concubina que se negaba o era rebelde insumisa y no se sometía a los placeres del monarca era apartada y reprendida verbalmente, insultada mientras el oficial de mando escupía al suelo al mismo tiempo que le gritaba y la maltrataba psicológicamente. Si la concubina no deponía su actitud era desnudada con violencia y obligada a arrodillarse para recibir su castigo que según su rebeldía podía ir desde torturarla con cosquillas, afeitarle la cabeza o azotarla con una vara elástica no muy fina obligando a las demás compañeras a presenciar el castigo levantando la vista y siendo testigo del escarmiento amenazándolas de seguir el mismo ejemplo. Dichas sanciones eran impuestas de forma precisa y técnica para no dejar marcas en el cuerpo de la concubina como así lo exigía el Emperador. Durante el ciclo que duraba el periodo de las concubinas eran retiradas de todo contacto con el monarca y demás sirvientes de palacio a una zona de respeto donde no podía entrar ningún hombre bajo severo castigo, el cual desconozco.

Nadie podía entrar ni salir de palacio sin el consentimiento del Emperador ya que la “Ciudad amurallada” era un fortín de lujos y riquezas sin medida cuando en el exterior la escasez y el hambre se palpaba, por eso los eunucos provocaban incendios para evadir y robar objetos y enseres que una vez ocultos vendían al mejor postor. Muchos de esos objetos están escondidos ya que no existía, por aquel entonces, inventarios ni registros internos de la riqueza de la Ciudad Prohibida y hoy son vendidos a cuenta gotas a través de mafias de anticuarios chinos.

La última dinastía Qing provenía de Manchuria y allí los mandarines se diferenciaban por los colores de las telas de sus trajes regionales cualidad que los emperadores trasladaron al vestuario de sus casacas con sus botones que eran fabricados de distintos tipos de marfil, tallados a mano y pintados a plumín cuyas letras y detalles son apreciables a vista de lince realizados por auténticos artesanos.
Gran parte de mi sueldo mermó de forma considerable al adquirir esos botones provenientes de uno de los saqueos de la Ciudad Prohibida y aunque sería gratuito y aleatorio decir que estuvieron en poder de algún Emperador chino, se puede afirmar que, al menos, pertenecieron a algún miembro de la corte de la dinastía Qing, siendo, si no, casi centenarios y por ello cobran calidad de antigüedad.

Las letras chinas en el cuello significan “Educación y Disciplina” y fueron bordadas así como cosidos los botones en mi casaca por la orden religiosa “Las Siervas de Jesús” con el exquisito mimo y delicado cuidado que precisaba el valor de la prenda bajo mi voluntad económica entregada en un sobre.

Debajo de mi casaca china atraviesa desde mi pecho hasta mi espalda una catana justo en el centro de mi corazón pero no sangro y cuando encuentre a mi amada sumisa osará darme un abrazo pero no será ni reprendida ni azotada por ello porque me cederá y concederá su voluntad para ser su Amo y dueño y si por mi virtud y honor de {Rey} la traiciono o decepciono sólo ella podrá extraerme la catana del corazón, empezaré a sangrar y moriré convirtiéndome en El Mandarín Maravilloso, ballet del mismo nombre.

Hay una leyenda china que dice, se cree y cuenta que dos personas están unidas por un hilo invisible de color rojo y por muy lejos que estén el destino acaba uniendo porque el amor y la Dominación/sumisión no entiende ni de distancias ni de fronteras marcadas por el ritmo de dos corazones y un mismo latir entre Amo y sumisa.

El último Emperador murió como “Señor Puyi” en el año 1967 aunque después de su destierro y luego su muerte muchos le conferían el “Título de Reinado” mientras mi alma estaba preparando la actual reencarnación...
Desde aquí estas humildes palabras y reconocimiento acompañado de la más solemne reverencia: Su Majestad Xuantong.

{Rey}