La palabra geisha procede
de gei significa arte y sha significa persona; así pues tenemos que geisha
significa persona familiarizada con el arte.
En la familia japonesa las jóvenes geishas dulces,
complacientes, modosas y atentas atienden a los invitados sirviéndoles el sake: vino de arroz japonés.
Su apariencia es bien visible en sus caras empolvadas de un
blanco cal y sus kimonos cubren todo el cuerpo desde la garganta a los pies. No
hay escotes ni se adivinan las finas piernas. Sus kimonos espectaculares
confeccionados con las sedas más ricas, crespones más costosos, delicados y
detallados bordados son sus cualidades junto y mezclado a la combinación
exquisita de los colores del arco iris. Las geishas cantan y bailan de un modo
recatado al son de la guitarra japonesa shamisen
o el koto que saben tocar igual y
aprenden de memoria pues para los instrumentos japoneses no existe el
pentagrama; no se conoce el libro.
Antiguamente cuando tenían doce años eran compradas a sus
padres por un tiempo que oscilaba entre tres y siete años. Esta venta
facilitaba a la familia salir de la pobreza y la geisha pertenecía al mecenas
hasta que recuperaba la cantidad que pagó por ella. También se sumaban al
comprador todos los gastos del mantenimiento así como la enseñanza y formación
en sus conocimientos artísticos de canto, baile y música. Aprenden el uso de
cremas, polvos y perfumes. Una vez formadas eran examinadas y al ser
interrogadas por su virginidad no son
reprochadas si la han perdido ya que sirvió para pagar los costosos gastos de
su pulcra educación. Las largas mangas de los kimonos indican si son medio
geishas y doncellas llamadas pangyogu
o por si el contrario las mangas llegan hasta el suelo indican que es una
verdadera geisha.
La mujer japonesa es sumisa por naturaleza y acata y obedece
en los aspectos de la vida pero la geisha cumple su misión por interés. Su
hermana mayor autoriza e interviene en este contrato compra-venta después de la
disposición y decisión de la interesada en el que nada hay de delictivo ni
vulnerable para ella.
Viven reunidas en comunas bajo la dirección, tutela y
cuidado de una mujer de cierta edad a la que le dan el nombre de nee shan (hermana mayor) la cual las
atiende y educa procurando hacerse agradable en todo instante, conquistando y
divirtiendo a los clientes con sus gracias, sus primores y su voz fina con
palabras melosas y oportunas. Siempre refinadas, siempre corteses. Cada geisha
tiene a sus órdenes una jovencita que llevan consigo a las casas de té y sitio
de recreo y que se las llama maiko con habilidad para la danza.
Bailan serena y armoniosamente mientras manejan un pequeño abanico mientras que
la geisha canta y pulsa el shamisen.
Las geishas cobran sus honorarios por horas y sus jóvenes acompañantes maikos
perciben únicamente la mitad.
Todo el arte que aprendieron y todo su ingenio brillan en
las conversaciones espontáneas y prontas, felices de ocurrencias y donde lucen
su extensa ilustración, que cultivan aprendiendo; aprendiendo sin un desmayo y
sonriendo; para ponerse al nivel de sus
más inteligentes interlocutores. Poesía, ciencias, arte, historia sin olvidar
el baile y la música son temas aprobados.
Las geishas jamás cuentan las tristezas y preocupaciones que
en general son norma en las conversaciones de las prostitutas de otros países.
Cuidan de entretener de un modo suave y sonriente al relatar la historia de su
vida, por trágica que haya sido. El concepto de prostitutas que la imaginación
occidental achaca a estos seres tiernos, delicados y sensibles es por tanto
inexacto.
Sus sueños, sus posibles sueños de cambiar sus vidas y de
ser independientes, resultan difíciles de llevar a la práctica. Los gastos
aumentan pues no quieren descuidar su cultura, ni el lujo al que están
acostumbradas y por esto las esperanzas deben irse demorando. Otras geishas
tienen proyectos semejantes al de muchas cortesanas europeas de vivir en países
occidentales protegidas y mantenidas por el marido de poder adquisitivo que las
aleje de su anterior vida.
Terminados los años para que fue vendida, cumplidos sus
compromisos y liquidadas sus deudas que pudiera tener la geisha, se convertía y
se convierte, muchas veces, en la esposa respetada e ilustre de un personaje de
la nación exceptuando el Mikado (tennō)
y los grandes príncipes.
El emperador Mutsuhito
que reinó medio siglo y realizó provechosas reformas en su patria, prohibió en
1870 que los padres vendieran a sus hijas para cualquier fin lucrativo, si bien
este decreto no significaba su abolición total ya que no siempre se cumplía.
En la actualidad las geishas te reciben en un jacuzzi
privado albornoz en mano dándote la bienvenida con una reverencia. Allí una
geisha canta una balada de amor a la vez que toca el shamisen o el koto
mientras otra geisha baila a ritmo dulce y acompasado con movimientos
armoniosos. Introducido en el jacuzzi junto con otros clientes una geisha te
masajea el cuello y los hombros mientras te relajas en el baño de sales
aromáticas.
En los restaurantes sale una camarera al encuentro y te
conduce al interior a un aposento donde hay esterillas en el suelo. Otra
camarera trae un almohadón que coloca encima de esa esterilla y te invita a
sentarte. Delante hay una mesita lacada en negro llamada gen y te invita a un
sake o un té aromático. El ambiente de estos sitios es distinguido y adornado
con mucho gusto aunque de escasa luz como requiere tomar el té como tradición
en éste país. Se puede pedir a la camarera que llame algunas geishas y oskakus. Las geishas son las que cantan y las oskakus las que
bailan mientras salen las maikos con el shamisen y un tamboril en forma de
reloj de arena y abanicos para acompañarse durante la danza.
Modosas y sumisas se colocan junto a vuestra mesa. Esperan
la orden que les deis. Si antes la obsequiáis con una taza de té, os dará las
gracias y después de apurar la taza os dará otra. Rige como ley entre
cantadoras y bailarinas aceptar la bebida que les ofrecen, mas no aceptar nada
de comer.
Este tipo de muchachas, cantadoras y danzarinas, ya existían
en el Japón en los comienzos del siglo XII. Acerca del verdadero carácter de
las modernas geishas, la mayor parte de ellas son hijas de familias pobres que
no pudieron darles instrucción y al llegar a los catorce o quince años,
empiezan a educarse para geishas. Durante los dos primeros años se llaman
oskakus (danzarina), y mientras dura esta preparación perciben económicamente
la mitad de lo que gana la geisha ya formada. Terminados estos dos años reciben
la calificación de cantadoras o geishas.
Las geishas son de tres clases, según la condición que se
contratan. Las Marugakae, las que se
contratan para servir por tres o cinco años y a las que se entrega por
adelantado una suma de 15.000 a 20.000 yens donde también los gastos de
vestido, comida y dinero corren a costa del empresario que las contrata. Las Wake o Shichisan son las que participan de los beneficios y reciben un
adelanto de unos 100.000 a 150.000 yens que devuelven al empresario al
terminarse el plazo del contrato pero que reciben la mitad de lo que cobran de
los clientes. Finalmente las exclusivas Mise-gari o Kambankari
son geishas independientes, no
empleadas en establecimiento alguno, pero que hacen el negocio en algún lugar
destinado a las geishas. Estas geishas pueden cobrar hasta 300.000 yens y un
mecenas avala la solvencia del cliente.
Vicente Blasco Ibáñez escribió : “Esta especie de cocota nipona, fue en otros tiempos, antes de que el
Japón adoptase las costumbres occidentales, algo así como una institución
nacional, destinada a satisfacer necesidades psicológicas más que físicas…En
realidad, la geisha no fue nunca una prostituída”.